CRONICA - KURT LUTMAN - (JUGADOR DE CAMPAÑA DE CARCARAÑA - 2003-2004)
Laburantes y futboleros
Panaderos, taxistas, ex jugadores profesionales, albañiles, estudiantes, gringos levanta cosecha. Laburantes de todo tipo se juntan para seguir latiendo en torno a la pelota. En Santa Fe existen infinidad de ligas de fútbol. La Chanearense, la Totorense, la Casildense, la Sanlorensina y la San Martín, entre otras.
Desde Roldan hasta Tortugas, la ruta 9 hace de columna vertebral de lo que es uno de los torneos mas picantes del interior santafesino. Conocida como La Cañadense, esta liga que amo y a la que llegué en el 2003, fue durante un par de años la que me dio de comer y me permitió desparramar magia y una penosa aptitud física.
Las diferencias con el fútbol profesional de AFA arropan varios aspectos. Pasaremos a mostrarlas tirando paredes, entre maizales y la garcha de la soja transgénica
La Cañadense
Fundada en 1926, esta liga les quita el sueño a los 16 clubes que participan hoy de su competencia. Los pueblos que dicen presente a lo largo del año son: Carcarañá, Cañada de Gómez, San Jerónimo, Tortugas, Villa Eloisa, Correa, Bustinza, Las Rosas y Las Parejas. Cada lugar ofrece uno, dos o tres clubes. La sede Central de esta liga, se encuentra en Cañada de Gómez, la ciudad que le da el nombre.
Contratos sin tratos
El jugador llegará en enero al pueblo, cargado de ilusiones y cagado de calor. Mientras el sol parte el asfalto se arrimará al buffet del club, para juntarse con los directivos y firmar un convenio en el que solo figura su vínculo con la nueva institución y estos papeles se presentarán en Cañada. Los muchachos de la comisión le prometerán una plata por partido (todo de palabra, en el aire) más viáticos que será pagada inmediatamente después de cada encuentro. Lo acompañará un fuerte abrazo si hay victoria o una cara de orto si la derrota se hace presente.
Usted comerá los mejores asados con la condición de que ame al club, respete el esfuerzo de los chacareros que ponen la plata y no se haga el pícaro con las mujeres casadas. A tono de broma se le dejara picando la posibilidad de que si no clasifican entre los 8 mejores de la lista de 16 equipos, se lo acompañará hasta la ruta y tendrá que salir arando antes que el colorado grandote de la punta de la mesa lo alcance.
Club Campaña de Carcaraña
Una de las experiencias más hermosas que me tocaron vivenciar como futbolista (no fueron muchas) fue en esa ciudad/pueblo ubicada a 45 kilómetros de Rosario. Esta institución cuenta con una de las hinchadas más populosas e ingeniosas de la zona, cargada de mística y banderas. Ahí en el 2003, año en que arribé, descubrí que el garrón de la vaca es lo más tierno y rico, que si uno esta muy mal físicamente la gente se da cuenta y que hay que tener cuidado porque la pileta del club parece mas honda de lo que es. Conocí la amistad de personajes inolvidables, jugadores de mucho talento como el “Corto” Telóni, caudillos impecables como “El Chueco” Hernán Sperandío, volantes de nobleza infinita como el “Mauri” Perisse, goleadores sin gol como Juan Cruz Olsina y brillantes números 5 como “Funguengue”.
Y hasta podría decir que le tomé cariño al colorado grandote que en noviembre no me pudo alcanzar cuando disparé hacia la ruta 9, después de una final perdida contra Sportivo Las Parejas.
Bustinza
Situado a 68 kilómetros de Rosario, fundado en 1874, este hermoso pueblo rompió mi ilusa mirada de que la competencia en las ligas del interior eran el pasaporte a encuentros relajados y abstraídos de violencia simbólica.
Yo jugaba en Campaña de Carcarañá y en la primera fecha nomas nos tocó enfrentarnos en su cancha. Al parecer, un libro de cartografía que lanzó el gobierno provincial había excluido del mapa a Bustinza y este puñal seguía clavado en el cuerpo de los 1600 habitantes. Como es costumbre, en el entretiempo de un partido aburridísimo la gente aprovecha para comerse un chori y putiarse de alambrado a alambrado recordándose finales perdidas o goleadas desmedidas. Hasta ahí todo bien. En un momento uno de los muchachos seguidores de Campaña cometió el gravísimo error de gritarles: “¡¡Pueblo fantasma!! ¡¡Hijos de puta!! ¡¡Figuren en el mapa, inexistentes!!”
Nadie sabe que fibras tocó en el enorme y peludo asador de chorizos local, que hasta ese momento se había dirigido escueta pero respetuosamente hacia la visita, repitiendo una y otra vez la frase “con chimi o sin chimi”. El cuchillo, que era usado para cortar el cordoncito y abrir al medio a los choris, se alzó en alto cual San Martín en el póster y arrió a la parcialidad de mi club (unas 70 personas) hasta el tejido de atrás del arco que daba a un campo sojero. Esta imagen que pude captar (y todavía guardo) con la boca abierta desde la mitad de la cancha, fue intensa. Rápido de reflejos un vecino de este Sandokan santafesino, pudo calmarlo prometiéndole al oído que si bajaba el sable, después del partido iban a cobrar todos y se les rayarían los autos como corresponde. Y los lugareños cumplieron.
Y cada vez que paso por la ruta 9 y veo el cartelito que avisa: “Bienvenidos a Bustinza”, algo no me cierra
CONTINUARÁ
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